Durante estas últimas semanas os hemos ido contando cómo conseguimos que el ambiente en un colegio Montessori sea fantástico, y sobre todo, diferente al que se respira en un colegio convencional. Hoy os vamos a hablar de la última “gran pieza” necesaria para que realmente todo esto se produzca: la profesora (hablamos en femenino ya que la mayoría son mujeres). La profesora es la que, al fin y al cabo, consigue que se produzca “magia” en su aula o no.
Cuando a un niño/a se le pregunta cómo sería su día perfecto, la inmensa mayoría te va a contestar lo mismo: estar en casa, con vosotros (su familia), jugando. Pues María Montessori reflexionó sobre esto y nos dijo que si queremos sacar su mejor versión en la escuela teníamos que ser capaces de enseñarles aproximándonos lo más posible a este ambiente.
Una profesora Montessori adquiere el rol de “segunda madre”: les conoce, sabe los detalles de su personalidad, lo que les gusta, lo que no, sus cualidades, sus limitaciones, sus estados de ánimo, sus circunstancias personales; y tiene que enseñarles con la comprensión, cariño y paciencia con lo que lo haría su propia madre.
Una madre te enseña en casa con ternura, y también te “regaña” cuando tiene que hacerlo con la misma ternura; por eso se produce ese vínculo tan fuerte entre ambos. La profesora en el colegio tiene que intentar la misma conexión; es lo que en Montessori llamamos “el poder de la sonrisa”.
Los niños/as se pasan muchas horas en el colegio y durante muchos años de su vida; y el ambiente que vivan (o sufran) va a condicionar su percepción de cómo ven el aprendizaje (que se puede convertir en una actitud de vida).
En la educación convencional el profesor/a adquiere un rol de profesional, al cuál le pagan por dos cosas:
- Mantener la disciplina en el aula.
- Explicar los temarios y los contenidos que les marca la Programación didáctica definida antes de comenzar el curso (es una especie de autómata que explica lo preestablecido en el orden y tiempos definidos).
En Montessori es completamente diferente, explicamos los mismos temarios; pero en un ambiente de alegría y motivación para el alumno/a, avanzando cada uno a su propio ritmo de aprendizaje. Para ello, es fundamental el poder de la sonrisa; esa sonrisa de complicidad que te lanza tu profesora cuando está orgullosa de lo que estás haciendo: esforzarte para mejorar.


